
Esta prisión que llamamos 'realidad' es densa, muy densa y confusa. Bien sea porque elegimos experimentarla voluntariamente, bien como consecuencia de la acción encubierta de ciertos 'depredadores cósmicos' que dotan al ser humano de su propia corrompida mente, lo cierto es que se hace necesaria una reacción independiente, consciente, constante, encaminada a la liberación energética.
Se trata de romper con las viejas reglas que rigen nuestros individuales mundos, ejecutando en nuestra psique las coordenadas que conduzcan a un paradigma cada vez menos opresivo. Un paradigma que es nuestra máxima referencia del hogar primero que espera el inminente retorno de nuestra energía liberada: el hijo pródigo (que desperdicia sus energías en gastos inútiles). El que, desconociendo su origen primero, vive desterrado de su propia naturaleza, sirviendo a los amos de la granja, cuidando de sus cerdos.
Hasta ese esperado regreso, como el resto de habitantes de esta dimensión, habremos vivido bajo un sistema de control multifacético (esencia de su efectividad), sustentador de la ignorancia que, en efecto, nos convierte en alimento energético de otras entidades. Consiguientemente, se precisa voluntad para identificar las fuentes que influyen sobre nuestra psique e inspiran la actitud frente a la vida que más conviene a esos entes opresores.