jueves, 4 de marzo de 2010

Carta abierta a Willy Toledo


Son ciertas las palabras de Antonio Machado de que en España de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Quizá eso explique muchas cosas en este triste país de pandereta, de pan y circo, de Torquemadas, de “vivan las cadenas” y “muera la inteligencia”.
Tuviste el valor de decir delante de una cámara lo que tanto miedo da a los medios de esta mierda de régimen capitalista y borbónico: la puñetera verdad. Unos medios que soltaron a sus perros de presa en forma de tertulianos para lincharte como tantas veces han hecho y harán con los verdaderos disidentes: quienes nos oponemos a un régimen internacional criminal, genocida, injusto y que ha empujado a la humanidad hasta el borde mismo del abismo. Los perros de presa que ladran contra ti hoy, no son más que otros mercenarios a sueldo de empresas que no defienden ni la democracia, ni la libertad, ni los derechos humanos. Empresas que cuando han visto peligrar sus intereses han apoyado, subvencionado y dado cobertura a golpes de Estado, que han silenciado genocidios, que han respaldado invasiones militares, que hacen de voceros de monarcas miserables, de políticos traidores, de banqueros criminales. Y ellos no perdonarán nunca que disidentes como tú y otros muchos –quizá millones-, y entre los que estoy orgulloso de estar, defendamos algo que ni los perros de presa ni sus amos han conocido nunca o hace tiempo que olvidaron: la dignidad.
Quizá los millones, las prebendas, la buena comida, los coches de lujo y la buena vida hicieron que incluso muchos de los que una vez fueron de los nuestros pasaran a mejor vida: a vivir bajo las apestosas faldas de un régimen podrido que, desesperado, embiste contra cualquier ciudadano, periodista, actor, escritor, político, partido, país o Presidente que luche por un mundo más justo, y más solidario, no controlado por los mismos hijos de puta de siempre.
No estas solo Guillemo. Somos muchos los disidentes. Quizá aún somos los menos en este país, pero confío en que algún día en España embistan menos cabezas de las que piensen. Entonces quizá haya esperanza. Mientras tanto ésta estará más allá de nuestras militarizadas fronteras, y sólo nos quedará esperar y luchar para que un día el entusiasmo, la cultura y la alegría revolucionaria por un mundo mejor tomen por asalto nuestros tristes países.