
En las últimas horas, la "revolución democrática" de Evo Morales, y la oligarquía "autonómica" opositora del oriente boliviano, radicalizaron sus discursos, compitieron con manifestaciones multitudinarias en La Paz y Santa Cruz, desoyeron los llamamientos a la moderación, y todo indica -según los observadores- que parecen dispuestos a medir sus fuerzas en una confrontación violenta, en el marco de una guerra civil. La guerra ya no es por la propiedad de los hidrocarburos y de las riquezas de Bolivia (que siguen en manos de las multinacionales), sino por la hegemonía del control del Estado. Si bien Morales ha repetido hasta el cansancio que respetará la propiedad privada –inclusive los grandes latifundios "productivos"– y que garantizará seguridad jurídica para las transnacionales, con las cuales no ha roto, la oligarquía latifundista ya le declaró la guerra por el monopolio del poder del Estado.